¿El aislamiento térmico perjudica la Calidad del Aire Interior?

Antiguamente se pensaba que el aumento del uso de aislamiento térmico en los edificios para mejorar el confort y la eficiencia energética podía perjudicar la Calidad del Aire Interior. Esta creencia se sustentaba en que el aislamiento térmico incrementa la estanqueidad de la envolvente, reduciendo las infiltraciones y las renovaciones de aire, al tiempo que los propios materiales de aislamiento podían emitir substancias perjudiciales al ambiente interior. Sin embargo, tal y como nos explicaremos a lo largo de este artículo, el aislamiento térmico sí que ayuda a mejorar la Calidad del Aire Interior de los espacios habitables, además de ser necesario para alcanzar las prestaciones de eficiencia energética, salubridad y habitabilidad de los edificios.
El aislamiento y la estanqueidad al aire

La estanqueidad al aire de la envolvente no es una consecuencia de un mayor aislamiento, sino que ambos persiguen la misma finalidad: mejorar la eficiencia energética de los edificios. De nada sirve construir envolventes térmicamente robustas si después permitimos infiltraciones de aire descontroladas.

Por eso el nuevo CTE, actualizado en diciembre de 2019, incrementa sensiblemente las exigencias de aislamiento térmico de toda la envolvente, fachadas, cubiertas y suelos, al tiempo que incorpora por primera vez exigencias a la estanqueidad al aire de dicha envolvente. Estas exigencias de estanqueidad se pueden alcanzar con los sistemas constructivos tradicionales –seleccionando los materiales y cuidando la ejecución- o con sistemas específicamente indicados para este fin, como son las barreras de aire.

Y ¿cómo asegurar la calidad del aire interior con envolventes tan estancas? El mercado dispone de diferentes soluciones que garantizan la renovación del aire interior sin perjudicar la eficiencia energética, como los dispositivos de ventilación con intercambio de calor. Con este tipo de dispositivos garantizamos una correcta renovación del aire, sin la aleatoriedad del método tradicional de confiar en las infiltraciones, y cumpliendo los requisitos energéticos actuales y futuros.
El aislamiento y la emisión de sustancias al interior

Es cierto que algunos de los primeros materiales de aislamiento utilizados, como los asbestos, las fibras inorgánicas o las espumas de urea formol, en determinadas circunstancias podían emitir sustancias o partículas peligrosas al ambiente interior. Según se fueron conociendo estos efectos, se fueron retirando del mercado, y todos los materiales de aislamiento utilizados desde hace años son inocuos.

Los materiales de aislamiento arrojan niveles de emisiones de VOC (Compuestos Orgánicos Volátiles) nulos o prácticamente nulos, muy por debajo de las concentraciones máximas admisibles. Además, desde hace años tampoco emiten fibras dañinas u otro tipo de sustancias perjudiciales al ambiente interior.
El aislamiento y el moho

Los hongos siempre están presentes en el aire, pero cuando encuentran una superficie con las condiciones de humedad y temperatura adecuadas, proliferan dando lugar a las antiestéticas e insalubres manchas de moho.
El aislamiento térmico es la mejor herramienta para evitar la aparición de mohos y manchas en los cerramientos interiores, ya que la humedad interior tiende a concentrarse y condensar en aquellas superficies frías, a temperaturas inferiores a las de rocío.

La forma de evitar estas humedades superficiales –y por consiguiente el moho- es reducir la humedad relativa del ambiente interior a través de la ventilación, o aumentar la temperatura de las superficies interiores, a través de una correcta instalación de aislamiento, continuo, sin interrupciones, sin puentes térmicos, en espesor suficiente y con un correcto tratamiento de los puntos singulares.
El aislamiento y el radón

Una de las novedades que incorpora el CTE 2019 es la sección de Protección frente al radón, el DB-HS6. Este gas incoloro e inodoro puede contaminar el aire interior de los edificios filtrándose a través de los cerramientos en contacto con terrenos ricos en uranio, como los suelos graníticos.

Para reducir esta concentración de gas radón por debajo de los niveles de referencia (valor promedio anual máximo de 300 Bq/m³) se debe intercalar una barrera de protección frente al radón entre el terreno y la zona habitable. Adicionalmente se puede disponer de una cámara de aire ventilada, o de un sistema de despresurización del terreno.

Algunos aislamientos térmicos pueden cumplir simultáneamente esta función de barrera de protección frente al radón, y otros pueden complementarse en su instalación con este tipo de barreras.

En resumen, podemos afirmar que el aislamiento térmico no solo es necesario para alcanzar las prestaciones de eficiencia energética, salubridad y habitabilidad de los edificios, sino que además ayuda a mejorar la Calidad del Aire Interior de los espacios habitables.

Artículo de Álvaro Pimentel en caloryfrio.com

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